Si algo te asombra, entra. No declines
estar en eso que deseas. No lo mires. Contempla. Date a ello.
Ten por seguro
que habrá estado esperándote antes de que llegaras. Si el bosque te respira, abre el pulmón. Sé árbol. Si la piedra entorpece tu camino, entonces cógela, hazte piedra en tu mano y prolonga tu cuerpo en la distancia cuando la arrojes. Si es la isla que te observa desde lejos, piénsate en ella; incluso el agua cambia todos sus átomos llegada al barro que limita la orilla. Si es la llama que vertebra la bóveda del aire, crece en el fuego. Cumple sus designios. Si el animal se asusta, entra en su miedo. Dale paz. No vayas tras él. Y si es la luz que unta de otoños este mirador desde el que observas, déjala cruzar tu cuerpo y que en él se ilumine con justicia. |
Rubén Martín, El mirador de piedra
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